26 mayo 2013

Nos comenzamos a ir más al extranjero justamente cuando empezamos a crecer económicamente

Si nuestro Perú está creciendo económicamente, si nos está yendo tan bien, si la pobreza se está reduciendo y somos la envidia de muchos países europeos, según nos dicen los discípulos del capitalismo y los fans del liberalismo; entonces: ¿Por qué se sigue yendo la gente al extranjero como en los 80 y 90? Lo más seguro es por los pésimos, abusivos e indecentes empleos que deja este modelo económico, donde los empresarios son los que cortan la tarta y deciden cuánto le toca al trabajador y cuánto a ellos, donde son ellos los que cada vez se llevan más tarta.

El artículo de Alberto Adrianzén nos habla de este tema (él lo titula: crecimiento con exclusión),  y nos deja un cuadro, que es espejo fiel al título que le he puesto al post: Nos comenzamos a ir más al extranjero justamente cuando empezamos a crecer.

A continuación te dejaré el artículo completo sin cambiarle una coma. Solo pondré en negrita lo que me llama más la atención del artículo. Si gustas leer el artículo del lugar mismo donde nació, entonces entra a este enlace: http://www.laprimeraperu.pe/online/columnistas-y-colaboradores/crecimiento-con-exclusion_139838.html
Alberto Adrianzén
Juan José Garrido, además de columnista de El Comercio y periodista de Canal N, es economista y miembro activo de uno de estos grupos que se autodefinen como “libertarios”. También participa en “enfoquederecho.com”, una página web que reúne a otros “libertarios”, como Alfredo Bullard, el mismo que en el último CADE por la Educación 2013, afirmó: “Más Educación no es mejor porque intelectuales formados por (un) sistema educativo tienen tendencias de izquierda y rechazan el mercado” (Teresa Tovar, LA PRIMERA: 14/05/13). Se puede decir que Garrido y Bullard pertenecen al mismo “gremio” en cuanto a ideas “libertarias” y fobias antiizquierdistas se refiere.

Garrido, durante la última campaña presidencial, publicó en su web un artículo titulado “Sobre nacionalismo 2.0” (marzo 2011) en el cual sostenía que la candidatura de Ollanta Humala representaba un peligro para la democracia y el modelo económico actual, ya que “dicho nacionalismo (refiriéndose al de Humala cuando era candidato) provocaría la misma involución económica y social de los setenta y ochenta”.

Hoy, este “libertario” ha cambiado de opinión respecto a Ollanta Humala como lo demuestran sus dos últimos artículos publicados en El Comercio el 14 y 21 de mayo de este año. En ambos, Garrido expresa tres planteamientos: a) que “nunca ha sido más evidente” que el actual crecimiento es lo que ha permitido la reducción de la pobreza y el proceso de inclusión social que hoy se vive en el país; b) que Ollanta Humala, otrora enemigo, ha puesto en práctica una estrategia pro-pobre; y, c) que en la lucha contra la pobreza “se requiere poner a un costado las ideologías”. Sospecho que ni Garrido ni Bullard se creen este último postulado.

Sin embargo, como siempre sucede, la realidad es más rica y compleja que las visiones ideologizadas, incluyendo las de los libertarios. Aquí solo un ejemplo. Sería bueno que alguien nos explique lo que claramente demuestran los datos del siguiente cuadro: ¿por qué cuanto más crecemos más nos vamos del país?

Los datos no engañan. Nos comenzamos a ir más al extranjero justamente cuando empezamos a crecer. No hay que ser zahorí para entender que esta aparente paradoja tiene relación con la calidad de nuestro crecimiento.

Julio Gamero ha demostrado, en función de diez variables que determinan lo que es un trabajo decente según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que de cada 100 trabajadores (asalariados y no asalariados), solamente ocho disponen de un “trabajo decente” en el país, es decir el 8%. La situación mejora entre los asalariados (llega a un 20%), probablemente por el tamaño de las empresas y la presencia de sindicatos.

Hay que recordar que los trabajadores no tienen el derecho a la negociación colectiva y tienen un dudoso derecho de huelga, lo que repercute en una mayor precarización de la fuerza laboral, y aumenta la “indecencia” en el trabajo. A esto se agrega que el Perú es el país suramericano con el sueldo mínimo más bajo, luego de Bolivia.

El otro tema, que demuestra el incremento de la desigualdad en pleno crecimiento, es la distribución del PBI por tipo de ingreso. En el año 2000, el 24,4% correspondió a las remuneraciones (es decir, a los trabajadores), mientras que el 59,1% a los beneficios de los empresarios; en el 2009, el porcentaje de las remuneraciones bajó al 22%, mientras que el de los beneficios subió al 62,8%.

Hay que destacar que el año 2008, año de mayor crecimiento, las remuneraciones alcanzaron sus niveles más bajos con 21,7%, mientras que los beneficios a los empresarios alcanzaron sus niveles más altos, 62,8%. Dicho en otras palabras, a más crecimiento menos ingresos, en términos relativos, para los trabajadores.

Con estos datos, sospecho que se puede afirmar que nuestro crecimiento económico es de baja calidad, que se basa en las materias primas, en el trabajo “indecente”, en bajos salarios, en una pésima distribución del ingreso y en una “fuga” hacia el exterior de nuestros compatriotas en búsqueda de un futuro mejor.

Estos datos, así como otros, como el daño ecológico, la creciente informalización, ilegalidad y tercerización de la economía, demuestran que la relación entre crecimiento e inclusión es dudosa y contradictoria.

Por eso vale la pena recordar a Paul Krugman, que nos dice que frente a la crisis internacional, las autoridades que manejaban el poder encontraron a economistas que les dijeron lo que querían oír, pese a que existían otros economistas que les advertían desesperadamente que los primeros estaban equivocados.

Para Krugman, fueron estas autoridades “los responsables políticos y la Gente Muy Seria los que decidieron (equivocadamente) quiénes eran serios y a quiénes merecía la pena escuchar, dando lugar a errores que ahora parecen cómicos. Pero no es una broma: es una historia de locura y desastre”. Y eso, nos puede pasar si seguimos ciegos a datos como los que acabamos de mostrar.

04 mayo 2013

César Hildebrandt le rinde homenaje a Javier Diez Canseco

En este momento que lees este post ya te habrás enterado que Javier Diez Canseco ha dejado este mundo físicamente, el maldito cáncer se lo ha llevado. No lo conocí en persona, nunca crucé palabras con él; pero sé que era fiel a sus convicciones, un luchador fiel a sus ideales. Por lo menos a esa conclusión llega uno cuando escucha a sus amigos y enemigos políticos hablar de él. Y ahora te dejaré un ejemplo, un artículo, donde César Hildebrandt le rinde homenaje a lo que fue en vida Javier Diez Canseco.
Poco a poco, Javier Diez Canseco se está yendo. No es pena lo que siento. Es rabia.

Las últimas apariciones públicas de este hombre mayúsculo tuvieron que ser destinadas a defenderse de las acusaciones vertidas por lo peor de la prensa derechista. Y el congreso, donde la sífilis del fujimorismo sigue circulando, se atrevió a sancionarlo con 90 días de separación.

El hombre que había entregado su vida a luchar contra la corrupción resultaba acusado por los hijos del pus que González Prada denunciara. Lo de siempre en el Perú: las heces mandatorias.

La derecha se vengaba. Los nacionalistas se vengaban. El fujimorismo se vengaba. Nadine Heredia era una gran vengadora. Así es el Perú.

En "Hildebrandt en sus trece" hicimos hicimos una investigación prolija sobre las acusaciones aparecidas originalmente en el “Correo” de Aldo Mariátegui. Eran basura. Resultaba que no había nada consistente detrás de ellas. Nada sino veneno arácnido.

Esa era quizá la última condecoración simbólica que le faltaba a Javier Diez Canseco: ser lapidado por matones de la prensa, ser expulsado de un congreso mugriento.

¡Te lo merecías, Javier!

Nunca te elevaste tanto como cuando el odio te mordió. Nunca fuiste mejor que hace unos meses, defendiéndote de quienes querían tu asesinato mediático. Y era pura envidia, querido Javier. Tu vida les recordaba su miseria moral; tu elocuencia les recordaba sus silencios; tu capacidad de indignación ante las injusticias les recordaba sus complicidades y sus agachamientos.

Tantos años de decencia tenías que pagarlos. Porque en el Perú la decencia se paga. Y las chusmas conservadoras se encargan de la cobranza. O te calumnian, o te empapelan, o te vocean en sus aquelarres a ver si así te embarran. Porque si todos se embarran, ya no hay barro.

Pudiste ser rico, Javier: abogadazo, jurisperito de multinacionales. Elegiste ser modesto. Y alegre. Porque a ti la cumbia te va bien y las chelas también y el goce puro del momento, de lo más bien. Pudiste ser Robespierre pero preferiste ser un hombre fiero con la palabra y amable – por lo general – con quienes no estaban de tu lado.

Y no estábamos a tu lado en muchos casos. Jamás pude entender por qué un hombre tan apegado a los fueros del libre albedrío avaló siempre una dictadura cubana, que para mí es el socialismo contado por George Orwell. O por qué tenías aliados tan falsos y esperanzas tan ingenuas.

Pero siempre hemos dicho y diremos que has sido un hombre ejemplar, coherente, indoblegable. Un hombre, en suma. Una lección viviente de armonía entre palabra y acto. Un extraño ejemplo en un país plagado de impostores.


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